EL INCENDIO
(A mi hermana Palmira, e hijos)
Muchas de las mujeres del vecindario están piponas. Andan orgullosas con sus vientres en ristre, que dibujan formas geométricas cambiantes. Las de barriga en punta como nave espacial. Las redondas como bola de baloncesto. Las oblongas como dirigiblesgibles. Las casi cuadradas. Las piramidales. Las rectangulares. Pero en todas se adivina la suave venganza de la fertilidad de estas tierras, donde el machete abre la trocha en el monte y al mirar atrás ya la vegetación inunda el claro formando una muralla impenetrable.
Un día el fuego amenazó con arrasar con todo el edificio al estallar un tanque de gas e incendiarse un cuarto . Las preñadas se reunieron alrededor del conato; todas juntas rompieron fuentes y arrasaron al siniestro con sus aguas maternales.
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SAL
(A Rogelio Sinán)
Durante varias semanas Eustaquio no se cansó de repetir a sus vecinos que estaba salado, que se sentía salado. Le recomendaron varias fórmulas para quitarse la salazón, pero Eustaquio solo repetía lo mismo una y otra vez con una insistencia que empezó a tornarse insoportable.
Muchos olvidaron el asunto hasta la mañana del día en que cayó el primer aguacero del invierno. Asombrados vieron cómo al mojarse Eustaquio con las primeras gotas, se disolvía y se diluía en el enorme charco que siempre aparece en el patio.
Ahora el charco tiene un ligero sabor salino y gracias al limo verde que se forma en su lecho, parece un pequeño mar . Los niños echan a navegar barquichuelos de papel periódico, y el diminuto mar de vez en cuando se encrespa y ruge con sonidos similares a pequeñas tormentas.
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De "Viaje alrededor del patio" (Cuentos de vecindario) - Editorial Signos, 1987