A punto de cruzar el estrecho, cuando su sentencia hacía contrapeso con su cuerpo, tropezó la montura, y Averroes se despertó en el istmo de estos dos mundos cuya fractura iba por muchos siglos a restablecerse. Con su memoria asediada por la nostalgia amarga, se dio la vuelta con los ojos que saben leer los presagios en esta tierra extranjera que ya no iba a ver más. Recordó su emoción ante las primeras páginas de Aristóteles; su primer encuentro con el sultán Abou Yakoub Youssef, bajo los auspiciosde su amigo Ibn Tofail; su humillación ante los ulemas fariseos bajo el reinado de Yakoub El Mansour; y la visita de Borges a su casa; su entrevista, que relató uno de los Borges apócrifos traicionado por su memoria o víctima de su imaginación teñida por la melancolía del final de los días. Y escuchó nuevamente, entre el sueño y la vigilia, el susurro lejano de la pila, el gorjeo indescifrable de los pájaros. el frescor de la casa profunda, la inanidad revelada entre la finitud y lo infinito, y la sombra de la gran mancha de silencio. Borges reiteró su pregunta. ¿era error o subterfugio? Y mientras Averroes intentaba esbozar un gesto con la cabeza, o lo que Borges interpretó como tal, la montura tropezóde nuevo, y la imagen desapareció.
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