Mi voz es fría, muy fría, para hablarte.
Mi lengua está sin sangre; mis labios, dormidos.
Solo en ti puedo fijar la mirada, y avivar el calor de tu ceniza
en mis párpados.
.::
Me subo a la muralla porque ya no veo la ciudad.
Piedras, almenas oscuras, grandes portones espigan por el valle,
Así estamos, cada uno en su celda, repleta de grumos en la boca,
sentados sobre hielo, mirando al vacío.
.::
Este es el valle sin nombre.
Aquí nadie vive, solo la sombra de extendida carroña.
¿Quién, en su juicio, puede cruzar entre caminos con la gana
que abandona?
---
De Salmos de la penuria, Samuel González-Seijas, Poesía Oscar Todtmann editores, Décimonoveno libro, Caracas, Venezuela, 2018
Mi lengua está sin sangre; mis labios, dormidos.
Solo en ti puedo fijar la mirada, y avivar el calor de tu ceniza
en mis párpados.
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Me subo a la muralla porque ya no veo la ciudad.
Piedras, almenas oscuras, grandes portones espigan por el valle,
Así estamos, cada uno en su celda, repleta de grumos en la boca,
sentados sobre hielo, mirando al vacío.
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Este es el valle sin nombre.
Aquí nadie vive, solo la sombra de extendida carroña.
¿Quién, en su juicio, puede cruzar entre caminos con la gana
que abandona?
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De Salmos de la penuria, Samuel González-Seijas, Poesía Oscar Todtmann editores, Décimonoveno libro, Caracas, Venezuela, 2018