Fuente: sèrieAlfa 77
Foto: EMMA GUNST
La flor nocturna del cactus cirio
Cuando llegué arriba, ya casi había terminado
—la flor que, según dijo mi casero mientras se asía tambaleante
de la baranda del balcón, con el rostro encendido, fervoroso, un poco borracho,
sólo se abre una noche al año. Ya casi terminó, dijo,
agitando la mano hacia el horizonte, que se iluminaba mientras hablábamos,
abriéndose ante los ojos del oculto sol mientras la flor
empezaba a recluirse dentro de su propio y extraño secreto. Una vez al año, repitió.
Extendió una mano cautelosa y torpe para tocarla —blanca y amarilla.
más o menos del tamaño de un rostro humano, si lo humano
aún creciera, si aún fuera nuevo en este sitio oscuro
que se ilumina, como siempre esperamos, al hablar. Es bello,
dijo convencido, porque eso que siempre está por terminarse
casi siempre es, y porque siempre necesitamos recordar
que fue, una vez que terminó, bello. Cuando le toqué el hombro,
sólo se abre una noche al año. Ya casi terminó, dijo,
agitando la mano hacia el horizonte, que se iluminaba mientras hablábamos,
abriéndose ante los ojos del oculto sol mientras la flor
empezaba a recluirse dentro de su propio y extraño secreto. Una vez al año, repitió.
Extendió una mano cautelosa y torpe para tocarla —blanca y amarilla.
más o menos del tamaño de un rostro humano, si lo humano
aún creciera, si aún fuera nuevo en este sitio oscuro
que se ilumina, como siempre esperamos, al hablar. Es bello,
dijo convencido, porque eso que siempre está por terminarse
casi siempre es, y porque siempre necesitamos recordar
que fue, una vez que terminó, bello. Cuando le toqué el hombro,
le agradecí y me fui abajo, dejándolo allí, todavía reclinado
en la enredadera, con el rostro oscurecido por la ebriedad del asombro
y el anticipo de la pérdida, la flor era más o menos del mismo color
que las nubes que florecían a la distancia, y escuché que volvía a decir
¡Miren, ya casi terminó! Y así era, refiriéndose tanto
a eso que siempre ya ha terminado, y a eso que nunca llega a ser.
[Traducción: Mirta Rosenberg]
en la enredadera, con el rostro oscurecido por la ebriedad del asombro
y el anticipo de la pérdida, la flor era más o menos del mismo color
que las nubes que florecían a la distancia, y escuché que volvía a decir
¡Miren, ya casi terminó! Y así era, refiriéndose tanto
a eso que siempre ya ha terminado, y a eso que nunca llega a ser.
[Traducción: Mirta Rosenberg]
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Robin Myers, poeta y traductora, nació en Nueva York en 1987. Es autora de Amalgama (México, Ediciones Antílope, 2016), Lo demás (Argentina, Zindo & Gafuri, 2016; España, Kriller71 Ediciones, 2016) y Tener (Argentina, Audisea, 2017). Ha traducido a diversos autores latinoamericanos al inglés. Su traducción de La lírica está muerta, poemario de Ezequiel Zaidenwerg, saldrá a principios de 2018 en Cardboard House Press (EEUU). Ha realizado una residencia de escritura en el Vermont Studio Center (EEUU) y otra de traducciónliteraria en el Centro Internacional de Traducción Literaria de Banff(Canadá) para traducir la obra de Alejandro Crotto. Vive en la Ciudad de México.