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Tres poemas de Víctor Fuenmayor (Venezuela, 1940)

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Minotauro

Amplios corredores cobijan al minotauro niño.
Inventa compañeros en privadas soledades,
sueña salidas hacia un campo de flores,
tritura amarguras con el prado entre dientes.
Compendia oraciones en breve cita pasajera.
Devuelve causas perdidas a cuerpos de vida imprecisa:
¿en qué se convierte la sirena con cirugía estética en su cola?,
¿el hombre del centauro cortando su caballo?,
¿la serpiente y el águila de Quetzalcóatl
intercambiando pieles, plumas y escamas?

Quien escucha lenguas bífidas y picos con alturas bilingües
sabe de relinchos entrecortados de palabras sensatas
donde trotan con escondido minotauro
los versos del mañana.

.::
Acontecimiento

Apegado a mí como una dentadura postiza,
tan mía que no puedo dejar sin sentirme vacío,
desconozco los espacios del laberinto cotidiano,
tan cambiantes al dar la espalda a los espejos.
Enjuago la boca en un río distinto cada día,
afluente de tuberías y grifos de mi casa.
Cambia el agua de color cada mañana.
Acontece que mi cuerpo no es mi cuerpo
sin el apoyo de un acompañante en mi bolsillo.
Viajo con Ulises, Joyce o Baudelaire a mis costados.
Aunque el dragón devore mi cuerpo de serpiente
y la serpiente me enrosque hasta la asfixia,
forzándome a cambiar la piel de las palabras,
pacto con ellos viviendo mi propia vida en vida.

El ángel olvida en algún lugar su nido y me acompaña
cuando mis alas abandonan el vuelo sin olvidar el ángel.
Condenado a ser el mismo eco que me vive,
otro cuerpo me renueva uñas cortadas, cabellos caídos.
Soy fuego de egos, llamas del azar de una raza,
cirio del libro e iris que abre mis párpados
encendiendo el perfume que alumbra cada despertar.

Nunca la misma luz alumbra todo un mismo día
ni vivo eternamente con el mismo cuerpo
ni ante el mismo espejo.
Me apego a la sombra rebelde del instante.

.::
La ve danzando

Bebete las lágrimas con el llanto hacia adentro. Tragate
la saliva  hasta tu alma.   Hacé un nudo  en tu  garganta.
Abrí  un  ángulo  entre  tus mandíbulas.   Que no salga
una palabra de tu boca sin que sea un pronunciamiento
de la alianza tuya y mía.
Suelto velas  y navego a la deriva  del compromiso del
dolor,  para ver hasta dónde llegan los signos de tierras
ignotas  en mi  cuerpo amante,   siguiendo agujas en la
brújula imantada de mis orientaciones.
Sin  quemar naves,   bautizo sirenas pasajeras  pisando
costas e islas de mares desconocidos.  Arrodillándome
a la  vuelta  ante el  Cristo negro de mi  infancia,  rezo
agradeciendo    el    milagro   del    rescatado    de    la
muerte,   náufrago del sueño  y condenado salvado ya
ahogándose   en  el agua  de  sus   propios   pulmones
sobre sábanas secas.
Invoco     mi    cuerpo     de     muerto     despertando,
asfixiándome sin morir, que me levanta de la cama,  y
celebro la salvación de no morir sin despedida y sin ni
siquiera  chistar.   Con  un solo salto vuelvo desde  mi
sueño a la  puerta   de la muerte   para salir allí   donde
encuentre la única salida del dolor  que me devuelve a
la vida.
Veo   mis  letras   danzantes  con  mi  nombre  en   los
umbrales,   luchando entre derrota y victoria,   cuando
huye  el cuerpo  de mí hacia el blanco de una  mirada,
posada en una página insepulta del libro.

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Tomados de Beber de la sombra, Poesía reunida 1986-2017, Víctor Fuenmayor, Oscar Todtmann (odt editores), Caracas, Venezuela, 2017

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