I
Ninguna escritura es lo suficientemente secreta como para que el hombre se exprese en ella con veracidad.
Los nombres de los instrumentos musicales son mágicos de por sí. Si no hubiésemos nombrado otros objetos tendríamos que asombrarnos de nosotros mismos.
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Inflamar a sus amigos y luego dejarles consumirse solos, ¡qué cruel y qué natural para un poeta!
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Un dios que no crea a los hombres, sino que los encuentra.
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La exageración también hace al gran filósofo, pero en su caso necesita revestirse de un grueso ropaje de sensatez. El poeta la expone desnuda y resplandeciente.
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— (1943)
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Los ríos de la poesía manan sin rumbo y no es preciso que confluyan.
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El mito es una historia cuya frescura aumenta con la repetición.
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II.
Los autores que me resultan más extraños son aquellos cuyas breves vidas se ven incluso superadas por la de sus coetáneos de más edad. Y, así, tenemos a un joven Kleist junto a un Goethe ya maduro, aunque éste viviera luego casi veinte años más que aquél.
Aún más llamativo es el caso de las vidas de Novalis y Goethe, teniendo en cuenta, además, cuánto significó Goethe para Novalis. Los escritores jóvenes se vuelven más fácilmente atemporales, su inmortalidad constituye una especie de indemnización: resulta imposible imaginarlos viejos. Entonces tendemos a pensar que murieron jóvenes precisamente para no dejar tras de sí su imagen de ancianos.
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Escritor es quien inventa personajes que nadie le cree y, sin embargo, nadie olvida.
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III
Quiero arribar a muchas visiones duras de la época, como Quevedo o Goya, y temerme tan poco como les temo a ellas. Quiero obligar a los demás a seguir viviendo, por muy menguadas que sean sus expectativas. Quisiera dar con un apocalipsis invertido que los libere de la amenaza que pesa sobre ellos. Quiero ser fuerte y confiar.
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Tomado de El suplicio de las moscas - Elias Canetti, traducción de Cristina García Ohlrich (Anaya y Mario Muchnik)